( 02: 06 a.m. hora del conticinio) Froy
El conticinio al igual que la lluvia resultan ser dos fenómenos atmosféricos, sin embargo, no es común encontrar la palabra conticinio en los libros de física, y ello no es un error garrafal, pues los libros nunca hacen justicia con todo el léxico semántico que se acumula en siglos. Poner de moda una palabra, manifestarla con propiedad, buscar que figure fonéticamente entre los hablantes es claramente un desafío creativo. La promoción cultural por abrazar un lenguaje inagotable no es necedad infructuosa si se vive cada adquisición de palabras como la construcción de la propia realidad. Sin nuevas palabras la realidad se agota, se vuelve pesada; si solo se pudiera indicar el día, la tarde y la noche adjetivadas (día bueno, tarde clara, noche serena) aquello fenomenal que merece distinción no sería descubierto.
Si el conticinio es la hora de la
noche en que todo está en silencio ¿qué utilidad le podemos ver a eso? En
comparación, la lluvia y su poder ecológico son inobjetables. Si los conceptos
compitiesen, por conocimiento popular la lluvia ganaría. ¿Sería acaso
conticinio una palabra sobrante como muchas cuando son sinónimos o pleonasmos? ¿Para
qué sirve el silencio rotundo de la noche? Claramente no lo sabía hasta que
escuche y vi en grafía activarse la palabra conticinio entre los poetas.
He encontrado en el conticinio la
condición necesaria para extender el pensamiento y poder llegar a lo poético;
es en el ropaje del silencio nocturno cuando oído y vista se cancelan lo más
posible y no es un sueño saber eso. El conticinio es la sublimidad de la
cancelación sensorial por falta de estímulos. ¿Pero qué se puede pensar cuando
el cerebro está activo pero sin luz y sin ruido?
Llegar a lo poético por medio de
la noche a significado en mí el remplazo de los sueños. Como geógrafo suelo
pensar la articulación del espaciotiempo en sus maneras infinitas, y el
conticinio es una de las más singulares articulaciones; porque siempre será una
sublimidad poética querer parar el tiempo para evitar que el espacio cambie
(anti-entropía).
Pero llegar al conticinio es
condicionante, no puedes hacer ruido porque si no desaparece. Como escritor es
un desafío mantener en la memoria el influjo de ideas que el conticinio genera;
apenas decidas escribir, el conticinio se desactiva por el mínimo ruido que
genera la creación de grafía.
El rotundo silencio de la noche
es el ambiente confidencial para las letras libre, toma forma social y se
convierte en un espacio que busca unir a personas para descubrir, leer, comprender, dialogar, crear y compartir poesía.
La poesía es aquella fabricación
humana que pone al descubierto el sentimiento estético de todo lo que se capta.
Una gota de lluvia cae velozmente y se desvanece con el resto cual fenómeno
físico. Pero con la perspectiva poética la gota se suspende en la imaginación para
dimensionar su importancia:
Ante la crisis hídrica que padecemos la poesía se activa para resaltar el valor que una simple gota de agua carga. Las humanidades son más importantes que la física cuando no es la ciencia la que falla propiamente, sino la conciencia que sin poesía poco contempla y nada resguarda.
¿Qué cometido tiene un poeta al
presentarse al público? Puede que solo exprese sin mayor pretensión. Puede que
reclame al liberar su voz. Puede evocar pasado, presente y futuro en el fulgor
del aliento. Puede refugiarse en palabras y construir castillos. Pero lo que
nunca deja de hacer un poeta es comunicar. Que la ciencia se atreva a analizar
este fenómeno no es la cancelación de la estética, pues la lógica no es su contraposición.
La semiótica es la ciencia de los signos en el fenómeno de la comunicación y el
poeta comunica con signos. Entonces el cometido poético radica en la semiosis;
poner a disposición de los usuarios los signos que se interiorizan para
otorgarles sentido.
El poeta fertiliza mentes,
alimenta espíritus, potencializa conciencias, hace suyo el mundo utilizando la
voz. Un poeta ve en el árbol de su ventana la opción de salir de su cuerpo y
hacerse ambiente. Sale del yo cartesiano para hacerse lluvia, relámpago, sueño,
araña, flor. Todo eso puede sonar fantasioso, pero con mayor conocimiento
filosófico la cosa cambia; dado que la poesía siempre se encuentra adelante de
la lógica, cuya producción es fruto de la imaginación factible. Imaginación que
soportan los mitos, aquellos grandes relatos que trascienden los siglos y que
la ciencia pretende encubrir. Y hoy se sabe que es la ciencia otro mito al
prometer el progreso infinito.
Que un poeta escriba ser lluvia, relámpago, sueño, araña o flor, es porque intuye el principio de relacionalidad
que es el rasgo más fundamental y determinante del pensamiento andino. Para el
andino a diferencia del occidental “el universo es ante todo un sistema de entes interrelacionados, dependientes uno de otro, anárquicos, heterónomos no sustanciales”. Que la lluvia, el relámpago, el sueño, la araña o la flor sean
versiones ecológicas del yo permiten afirmar una ética más amplían y necesaria
ante la crisis ambiental que el hombre poco relacionado a gestado por ceguera
científica. Porque el poeta libera la imaginación que la razón constriñe y sin
imaginación la aspiración es corta.
Este texto es el producto tejido
de tres elementos: el conticinio como ambiente poético donde la contemplación
no tiene competencia; el allanamiento de la voz femenina que con imaginación
reclama la mayéutica original que Sócrates copio de su madre; y por último la
lectura cargada de la mano que suelta estas letras: es al fin y al cabo una
semiosis original.
A libertad indiscreta he tomado
prestada la consigna del espacio poético “Conticinio Poesía” por contagio
creador. He buscado hacer rizoma (conexión libre) con “Las sombras desde el
árbol” de la poeta Renata Gracía Rivera y tratar de ver aquello que ve por su
ventana. Pido sentidas disculpas si he trasgredido el sentido de su verso, si
incomoda la semiosis que hago, si en todo caso mi falta sea mayor.
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