José A. Sánchez
La brújula. Un invento chino traído a Europa por Marco Polo permitió a los navegantes guiarse en los mares durante el día, y al igual que a los cartógrafos, desarrollar su oficio con mayor precisión. Es una herramienta que nos permite hacer uso de fuerzas invisibles como es el electromagnetismo, a través de máquinas complejas pero con mediciones prácticamente sencillas como el azimut. De alguna manera, con la brújula, conciliamos nuestro actuar con el cosmos.
Existen fronteras nacionales definidas a partir de un único trazo azimutal a lo largo de kilómetros entre coordenadas geográficas. Leer una brújula es poner en práctica tradiciones viejas que llevaron su tiempo desarrollarse. Se generaron estatutos, y actualmente por más perdido que esté un funcionario público o un arquitecto, por ley todo plano debe llevar indicado su norte magnético.
En la cotidianidad la importancia de este instrumento ha transmutado en la orientación básica para leer los mapas digitales, los cuales, aunque tengan la opción de ser vistos en 3D según la dirección del viajante, siempre ofrecen la posibilidad de regresar el mapa con el norte hacia arriba.
Las brújulas graduadas son las que sirven para obtener un azimut en grados. Tienen mirillas por dónde se alinea el sujeto, el ojo y el objeto para dar cuenta de un ángulo de separación respecto al norte. El aparato análogo suele ser usado más por militares y exploradores. En versiones digitales por topógrafos y profesiones dedicadas a la agrimensura además de los navegantes del cielo y los mares.
Aunque el meme del Norte es universal. Las brújulas no marcan la misma dirección todo el tiempo, el norte magnético se mueve. Esto es debido a los movimientos del núcleo de la Tierra y su interacción con las emanaciones solares. Tales irregularidades son obviadas por la tecnología actual. Aunque deben ser consideradas por los que se dedican a la cartografía antigua, la navegación por medio de cartas viejas y para el soldado que pretenda colocar de nueva cuenta una granada de mortero en el centro de Sarajevo con las notas de su padre.
La pieza en cuestión hace alusión a la simbología masónica debido a que esta organización se ha apropiado de elementos icónicos de la geografía, como el compás, la escuadra y sobre todo de la letra G. Entre otras cosas, también de sociedades referentes al estudio de geografía y sus diferentes ramas como la Sociedad de Geografía y Estadística, en su momento.
Hoy en día es difícil diseñar un logotipo que aluda a la cartografía y la geografía sin que parezca tener tintes masónicos. Así que la propuesta es sobre un arrebato de estos elementos. Se apropian y se sublevan por la brújula. Se reitera la empresa como un esfuerzo conjunto por devolver protagonismo a un gremio.
En esta parodia aparece otra rosa de los vientos. Una de contenido temático, evidentemente para geógrafos, pues esta materia es el norte. Al sur, pues usualmente uno se orienta dando la frente a la N, tenemos la historia, pues no se debe olvidar nunca que el ejercicio científico se realiza con ambas disciplinas. Al este está la cartografía pues nos corresponde dibujar-idealizar los elementos en el espacio, mientras que al oeste figura la cronografía, puesto que todo mapa debe asumir alguna dimensión del tiempo. Acompañando a estos puntos principales tenemos otros como la ética entre la historia y la cartografía; la estética en medio de la cronografía y la geografía; y la filosofía en el sitio complementario al de Geositer, conjunto cuya intención es usarlas de guía.
Aplicando la desconstrucción es posible desmontar para desapropiar. El lenguaje masónico se ha signado con la escuadra y el compás en señal del cálculo y la métrica del obrar masón, pues la palabra proviene del francés y significa albañil1. Que un albañil sea considerado un masón en la sociedad mexicana por poner un ejemplo es considerado algo ridículo, pero no si se incorpora la arquitectura en la relación: un arquitecto es considerado masónico por simple implicancia simbólica. La letra G es la invocación a la geometría sin restricción; euclidiana, analítica, plana, espacial, elíptica, algebraica, hiperbólica o áurica. El masónico es realmente un pitagórico, un cultista de la razón que ve en las matemáticas la divinidad del rigor y el esplendor de la lógica.
Como institución la masonería tiene un posible origen entre los constructores de las catedrales medievales. La palabra logia posee tres acepciones2: remite a lo masónico, en arquitectura es una galería porticada3, y como acepción misturada se define como local donde los masones celebran asambleas.
Los lugares masónicos son infraestructuras arquitectónicas emplazadas en las ciudades para invocar la iluminación, el esclarecimiento y la resolución sobre las dificultades; en la iglesia se solicita la piedad de Dios, en la universidad se convoca la razón con libros, en el congreso las ideologías se confrontan para parir la ley.
La arquitectura emparenta con la geografía porque son dos ciencias que le deben al espacio su plenitud y magnitud. Saber de geografía no es accesorial como no lo es la carga simbólica del envés del billete de un dólar pues George Washington fue un masón, arquitecto de la patria de gran alcance geográfico.
20°40'37.5"N 103°20'50.0"W 20°40'39.4"N 103°20'43.2"W 20°40'28.6"N 103°21'32.9"W
Froy
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