Deseo tu cuerpo, eso es lo más sincero que te puedo decir. Me imagino en
las posibilidades de disfrutarlo por su flexibilidad. Buscar que nuestras
respiraciones se escuchen muy cerca al oído, que la fricción de nuestros
cuerpos excite a cada poro que se toca.
Entre las múltiples posiciones que te pueda tener, se tiene que comenzar
con el misionero porque es la primera posición para todo primer encuentro.
Mientras tu yaces acostada frente a mí totalmente desnuda (tú sabrás si te
quitas tu cadena), yo me coloco sobre ti para iniciar la penetración.
Ya después de habernos ganado la confianza con apasionantes besos y
juego de manos, con la vista compenetrada por momentos, y con la protección
debida para no acelerarnos, acomodo tu cuerpo para asegurar el ángulo correcto,
la elevación de tu cuerpo y el mío en la cama.
Lo importante de esta posición es que no se pierde el contacto visual.
Los cuerpos se tienen que acoplar, es la primera vez que se tocan así, es la
primera configuración hacia tu interior sublime. Cuanto el ingreso empiece a
darse las miradas estarán conectadas, es el inicio del placer. Mientras los
centímetros avanzan y nuestros rostros viéndose, el placer se configurara en
gestos, la respiración se altera. Indicando llegar al fondo el gemido más hermoso
se escuchará y empieza la fricción para fundirnos por el calor que generamos.
Palabras de cariño se soltaran se turnaran besos ardiente y abrazos muy
fuertes. Nos hablaremos al oído el secreto que estamos descubriendo, nos
besaremos el cuello y seguiremos hasta cambiar de posición…
Al final, abrazados y extenuados, disfrutaremos de ese calorcito de estar juntitos.
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