La luna de cara bonita, creyéndose
la más bella de todos los astros y enamorada del astro rey el sol, una noche
salió a lucir su belleza, queriendo con sus hermosos ojos, vanidosa ella,
resplandecer como nunca; de esto se dieron cuenta los animales de un pequeño
bosque y decidieron tomar baños lunares, contemplando la blancura de la luna;
después de recibir sus potentes reflejos, se fueron a descansar.
A la mañana siguiente al levantarse,
se dieron con la sorpresa que todos estaban contagiados por la vanidad y vanagloriábanse
de su belleza, sintiéndose cada uno lo más hermoso que adornaba el campo; de
pronto esto se convirtió en un problema, el cual decidieron aclarar mediante un
concurso de belleza, para lo que todas las criaturas se prepararon y muy pronto
estuvieron listas a saber quién era LA MÁS BELLA DE LAS BELLAS. De tanta
discusión para designar el jurado acordaron formar parte todos de él y cada
quien pensaba entonces en favorecerse así mismo; ya listos todos comenzó el
concurso.
Enseguida le toco a la rata, la
que paseó por el estrado con gracia, estaba ganándose la simpatía, muestra el
detalle, escucho, ésta dándose vueltas cantó, en eso un atento fotógrafo le
dijo sonría y al reír dejó descubrir que estaba casuta, le faltaba un diente
que le hizo perder merito, el roedor desilusionado se marchó; luego le siguió la
gata, que presumida y fantasiosa lucía, al demostrar su detalle ronroneó y sacó
sus garras, entonces el jurado dijo, eres hermosa pero tienes desiguales las
garras, la gata presumida retirándose dijo: que saben de fineza; de inmediato
modeló la lechuza, cuidadosa caminaba con elegancia, abría y cerraba los ojos,
demostrando lo grandes que eran se creía tan ojona que exagerando su
exhibición, el jurado observó, un ojo es más pequeño que el otro, es cierto
dijeron todos, después de todo los domina la envida, dijo la lechuza, de pronto
la mona pasó a la fila, hacia sus monadas haciendo reír al público y jurado, al
demostrar su detalle complacida bostezó y todos exclamaron ¡Qué hocicaso! La mona
enfada se detuvo completamente; doña gallina impaciente por salir, muy elegante
paseaba por la sala, esplendorosa de plumaje fino y buen matiz, copete
reluciente, pico de color carmín, uñas pintadas, algo nunca visto no sabían si
era un canario, un pavo real o un papagayo, la gallina con cuidado posaba
enseñando sus mínimos detalles y al cacarear dejando escuchar su lírico canto,
hizo un pequeño esfuerzo, cayendo con este todos sus añadidos, recibió silbidos
en son de protesta y burla, al verse descubierta huyo acobardada; mientras
tanto el astro rey observaba lo que acontecía en la tierra, molesto por toda la
confusión entre los pequeños seres por culpa de la vanidosa luna, ordenó a un
conjunto de nubes y viento fomentar una tronante tempestad; en ese preciso
momento se vio en el estrado un pequeño animal, insignificante, huraño,
contagiado por la fantasía ¡Un zorrino! Gritaron de la gradería, el pequeño ser
se orinó del susto quedando quieto, inmóvil, como una estatua, el público y
jurado sin poder esquivar por la tempestad la fuerte pestilencia, aturdidos y
hastiados al ver que este pequeño animal no se movía, decidieron entregarle el
trofeo, el intrépido zorrino balbuceante dio las gracias y se marchó.
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