Grande era la amistad que unía a
Enriqueta la pechugona y Gertrudis la piernuda, intimas, presumidas,
pretenciosas, impetuosas, de gustos excesivos, dándoselas de mucha clase picoteaban
todo tipo de tema y su lema era: “Para hablar más, para eso están hechos los
demás”.
Eran dos amigas que compartían un
bonito gallinero construido por su amo, el cual las engreía y las nutria en
demasía, estas holgazanas apenas despertaban por la mañana saltaban al tocador,
se perifoleaban, estando ya listas salían de paseo dándose aires de grandeza,
su única obligación era poner huevos, después del paseo, al llegar a su casa se
dedicaban a criticar a los demás.
Te fijaste Enriqueta, la fulana
tiene garras de águila, la mengana cara de buitre. Ah sí! Gertrudis, la sutana
tiene patas cortas, la palangana pico de loro. Muchas veces tanto hablaban que
se olvidaban de la obligación de ponedoras, de esto se dio cuenta su amo y
pensó: éstas necesitan un macho, y al siguiente día pasó por la casa del vecino
y se prestó un gallo traposo, chusco, un poco flaco; Enriqueta y Gertrudis lo
miraron con desprecio y Gertrudis dijo ¡que escuerzo! Y la otra ¡que andrajoso,
come afrecho¡ haciéndolo sentir un desgraciado, éste regresó a su corral y al
verlo su amo todo afligido exclamó: que pasó Sebastián esas pretenciosas te han
menospreciado y acobardado; no sabes que a las gallinas como esas se les
conquista con audacia, picardía y elocuencia?
Usa esta pócima poderosa que te hará tomar valor y esta otra para que tengas un tufo agradable, se locuaz, háblales casi al oído, que sientan tu aliento, hazles creer que son unas bellezas; Sebastián aleteó, se dio un sacudón y se marchó a cumplir su cometido, mientras caminaba pensaba: que hechizadas y cautivadas quedaran ante mí; al llegar se asomó a la puerta posando como un gladiador, todo arrogante saludó: hola muñeconas, dio unos pasos más y desde muy cerca emocionado dijo: Enriqueta que suculento caldo saldría de tus pechugas y que buenas piernas tienes Gertrudis, se verían exquisitas dentro de un plato, son un par de delicias; ambas saltaron de espanto, de inmediato fomentaron escándalo y gritaban: insolente; no te das cuenta del copete carnoso tan grande que llevas en la cabeza? No te fijas en las plumas de tus patas que parecen botas? - decía la otra- y tu espantosa cola que parece un plumero? El pobre Sebastián salió despavorido corrió hacia el espejo, se miró y sin pensarlo dos veces cogió las tijeras, cortó su cresta, afeitó las plumas de sus patas con exageración, que parecía tener calzones cortos y por último disminuyó las plumas de su cola, luego volvió.
Gertrudis y Enriqueta sin darse cuenta de Sebastián comentaban -si pues- Así pues- por supuesto- como no- de igual modo. Sebastián tronó con la garganta para ser visto, ambas voltearon y al mirarlo: soltaron la carcajada, al verlo tan ridículo y sin dejar de reír, le decían: Que necio, que bobo, que tonto, que loco, eres un hazmerreír pobre harapo. Sebastián se sintió herido en su ego de gallo dándose cuenta del engaño en que cayó y que sirvió de títere a las gallináceas, con ira y fiereza cogió a una, cogió a la otra a patadas, picotones, aletazos, arañazos, encontrones –LAS HIZO SUYAS- mientras les decía: Serranas, culecas, cotorras, chismosas, presumidas, al verlas derrotadas ordenó: cumplirán mis mandatos y requerimientos, exijo obediencia y respeto sin resistirse, de inmediato cantó y su canto sonó a nostalgia del MACHISMO que hoy se critica sin reparar que la alternativa AÚN NO ESTA LISTA.
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