En un pueblo pequeño, apacible,
de abundante vegetación, vivía un hombre modesto, sencillo pero torpe, sin
entendimiento de leyes, dedicado a la agricultura y a su pequeño rebaño; un día
de regreso a su morada, después de sus labores cotidianas, así empezó su
angustioso sueño, al haberse encontrado con su primo Serapio, tinterillo de
media caña, quien después de estrecharle la mano le preguntó del porqué el
alboroto que vivía el pueblo, Mateo respondió, están disponiéndose a elegir un
jefe para el municipio, el tinterillo replicó: eres un hombre afortunado, toma
mis consejos y serás una autoridad, hombre de respeto, tienes talento, tendrás
el poder supremo en este pueblo; sorprendiéndose ante estas frases tan
elocuentes, se dejó convencer y apenas amaneció el siguiente día empezaron la
faena y así todos los días después de concluir sus tereas montaba su burro
llevando consigo papeles que hablaban de oraciones largas que representaban su
discurso, se dirigía a un lugar tranquilo cerca del río a estudiar, era tan
torpe, tan pero tan duro como el mármol en aprender, que repetía tanto y tantas
veces que el burro empezó a discursear, dándose con la sorpresa que el
irracional aprendía más rápido.
Una tarde al pasar cerca de él un
vendedor ambulante, afligido por no haber vendido mucho ese día, observando a
Mateo y su asno pezuñento, con astucia decidió persuadirlo y siguiéndolo hasta
su corral y viéndole orar ante el conjunto de animales, éste replico con maña
¡OH QUE HERMOSO DISCURSO ASNAL! ¿Vos sabes que tienes condiciones para líder? Te
agradecería tu sociedad, con un poco de entrenamiento estarás listo y dando una
mirada a los animales del corral para hacerlos sentir desdichados exclamó
lastimeras frases como estas: escucha, le dijo al burro, en Europa las vacas
usan sostenes especiales para que sus tetas no cuelguen, los caballos usan herrajes
con espuelas, las gallinas tienen zapatos de tacón, los perros llevan chaqueta
y corbata, las ovejas usan peinetas para rascarse las garrapatas y las gatas
gafas, pañoleta y lápiz labial; un gobernante como tú debe usar gafas, sombrero
de copa, herrajes para tus hermosas pezuñas y calzoneta, les habló con tanta
expectativa que convenció a los animales, quienes a la mañana siguiente, cuando
Mateo, acercándose al corral, se disponía a dar su discurso habitual, armaron
tremendo alboroto, luego del cual el burro pezuñento replicó: Mateo, como
alcalde de estos desdichados te impongo cumplir con la plegaria de mis súbditos
y éste buen hombre, conmoviéndose de nosotros, te trae todo lo que necesitamos;
Mateo se dio cuenta de la situación, pezuñento y los demás fueron persuadidos
por el mercachifles, al ver que todos estaban exaltados, pensó, debo actuar con
mucho tino, está bien, dijo, hare lo que me pidan; adquirió los sostenes más
cortos, los herrajes más grandes, las espuelas más puntiagudas, las calzonetas
de jebe, los tacones más altos, la chaqueta y corbata más largas, la peineta
más fina, las gafas más oscuras y al lápiz labial lo unto con ají, después de
ayudar a cada uno a ponerse sus respectivas prendas, mirándolos murmuró; que
animaluchos.
Marchándose luego al pueblo,
pezuñento partió arrogante, de pronto tuvo un desliz, luego otro y otro, Mateo molesto
picaba su lomo para que anduviera más a trote, éste por el esfuerzo que hacía y
el sol que quemaba se escaldó con la calzoneta de jebe, el pobre pezuñento a duras
penas trataba de avanzar, la gente se detenía a mirarlos y decía: ¡Qué
mamarracho! ¡Qué animalidad! Mateo llenó de ira pico con más fuerza el lomo de
pezuñento haciéndole dar un salto que el pobre cayó unos metros adelante, el
golpeado hombre se levantó a apalear al soberbio.
En el corral la primera en protestar fue la vaca, tanto le ajustaba el sostén que balaba como que la mataban, al ver esto el perro fue en su auxilio, al correr se pisó la corbata, la cual se ajustó tanto que casi lo ahorca, a su alcance fuel caballo, quien al correr con las espuelas se pinchaba, la gata maullaba porque le picaba el hocico y al escuchar tan agudos gritos las gallinas huyen despavoridas dándose caídas sin poder zafarse de los tacones; Mateo contempló y ésta frase exclamó: Que le sirva de escarmiento, que aprendan a vivir su realidad sin que les importe lo ficticio; el pezuñento en cambio no dijo nada, solo pensó… que propios y extraños están llenos de engaños.
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