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Punto de fuga: la representación del infinito

 


Todas las mañanas al salir el sol, todos los días de pleno cielo abierto, todas las tardes de ocaso y todas las noches de sueños, tenemos contacto con el infinito; sea con los ojos abiertos o cerrados la idea de ese más allá proviene del límite de nuestros sentidos. Los espectros de onda y frecuencias que nuestros sentidos no captan es ese más allá, que otros entes si captan.

De lo sensorial a la concepción del espacio

La agudeza del sentido del oído entre las especies nos coloca en un nivel poco ostentoso. La polilla de cera o galleria mellonella, posee el oído más agudo, detectando frecuencias ultrasónicas para evadir murciélagos. Los delfines no solo captan las frecuencias altas bajo el agua, sino que usan su oído para cazar, navegar y para la ecolocalización, al igual que los murciélagos generan mapas sonoros de su entorno.

Siguiendo la lista, los oídos asimétricos del búho le dan una direccionalidad extrema para localizar presas. El elefante capta infrasonidos y vibraciones del suelo para comunicarse a grandes distancias. Otras habilidades más mecánicas la presentan los gatos, que con 30 músculos en su oreja pueden girarla 180° para localizar sonidos. Y si de animales algo fuera de sorpresa se trata, los bagres perciben frecuencias extremadamente bajas (0.3 Hz) y altas, vitales para encontrar comida y pareja. 

Podemos realizar una comparativa con la lista de los sentidos convencionales y encontrar que la ventaja humana se diluye como cuento narcisista por un romántico humanismo que sustenta la concepción moderna del mundo. Estas capacidades diferentes de las especies de captar la realidad compartida generan unas reconfiguraciones de las dimensiones que la soportan.

La genuina y más honorable ventaja humana es la de comprender como estas diferentes configuraciones de las dimensiones de la realidad comulgan incrementando la lectura cada vez más ampliada del mundo. A un nivel intraespecie la sociología y la antropología moderna sean mostrado incompetentes para tratar la diversidad que somos. La psicología a marcado su declive por petrificarse en el axioma de la conciencia interna, que deja de lado el fenómeno del internet o la conciencia externa. La historia a dejado de ser un relato etnocentrado en un solo polo, para girar sobre su propio eje y pluralizarse gracias a que el espacio permite la consustancial existencia de los entes.

Y que decir de la geografía, que bajo el yugo moderno se ha estructurado en términos antitéticos como la conocida dualidad sociedad-naturaleza, que responde a su vez a la postura epistemología de la famosa relación entre el sujeto y el objeto. Fruto del romanticismo alemán que explora la vida en el planeta; el geógrafo-sujeto se arroja a la tierra-objeto para develar con asombro de relato que el orden-cosmos existe y puede ser representado.

En un primer momento el movimiento romántico buscaba el desplazamiento del argumento mecanicista que reducía la naturaleza a un mecanismo físico meramente, sin sorpresa de encanto. La naturaleza no significaba vida biológica generativa, sino recurso utilizable desacralizado. Según el romanticismo, el acceso a estas leyes del cosmos no es a costo de quitarle el encanto al mundo por el reduccionismo del lenguaje a las matemáticas, se permite el camino artístico para arribar al valor que genera la compresión de la naturaleza.

José María Velasco Gómez retrata en su obra las escenas geográficas de alto nivel de valor estético al grado de rebajar la fotografía a un recurso pseudo artístico, pero los caminos están por encontrarse entre las sinuosidades, direcciones que bifurcan y se estrechan, por fin coinciden no en el capricho de verlas juntas, sino en el inevitable destino de nunca más verlas separadas; la ciencia es arte cuando la verdad embellece el alma que reparte justicia al busca captar el todo en las partes. Que el don sea para todos a pesar de condensarse en un individuo, es el valor de ser científico y artista a la vez.            

La palabra dimensión es utilizada para indicar que el mundo se abre para representarlo y vivirlo. En este sentido las dimensiones son los campos de los sentidos y su mediatización correspondiente. El hombre como condensador de información. Mientras las plantas poseen fotoreceptores en las hojas para interiorizar la energía de los rayos del sol, los ojos tienen fotoreceptores en la retina, que dentro de una determinada estructura anatómica-ecosistémica forman una perspectiva de la visión.

Los tímpanos y las pupilas son los puntos que focalizan la información de la dualidad de los ojos y de los oídos. La vista y la escucha es igual que el respirar, solo sin vida no se generan más. Los ojos al frente pues la vista no hace animales que buscan el horizonte, en compensación de cobertura, la audición se configura por la posición lateral de los oídos, generando puntos de acceso de información distribuidos en la cabeza; escuchamos para voltear la cabeza más que direccionar la cabeza para agudizar el oído.

Los receptores químicos de la nariz, más los de la lengua conducen la ambientación y nutrición por el camino de la estética sana de la salud con gracia humana. La industria de los perfumes y su subliminal impacto químico, la culinaria y su camino químico que regocijan la lengua como órgano digno del placer diario del alimento.

El tacto es un tejido-textural liminar de cubierta que nos da señales de presión y roce con otras capas de objetos que nos rodean y envuelve. El calor de los cuerpos en los abrazos, el frio del despojo son señales de calidad de vida elementales.

Estos 5 sentidos pueden ser vistos como dimensiones que a su cruce forman la representación de la realidad más fiel en la medida que proyectemos con creatividad su experiencia. La capacidad humana hasta el momento de realizar representación compuestas que junten la multisensorialidad de estas dimensiones aún son carentes de ser simulaciones fidedignas porque eso implica una construcción de gran desgaste laboral y creativo.

¿A cuál de los 5 sentidos convencionales se remite la concepción del espacio?

Suena deudor seguir manteniendo el argumento que por costumbre es el sentido de la vista el imperante cuando se habla del espacio. Lo que tranquiliza de no caer un argumento monosensorial es el hecho causal que se le otorga a las bases occidentales de este sentido común del cual parte una interpretación paradigmática. De que dentro de la diversidad cultural humana existen culturas que desarrollaron otro sentido de forma más aguda que el de la vista para alimentar su concepción del espacio.

Mientras llega la respuesta tranquilizante que conlleve la justicia buscada con todos los sentidos para concebir la experiencia espacial tan integra en su proceso conceptual, podemos seguir trabajando sobre la base de las artes existente porque solo mediante una obra es posible repensar el vigor del mundo que acontece como bloque imparable de sucesos.

De la ceguera a la novedad

¿Un ciego de nacimiento tiene las posibilidades de imaginar el color?                       

La respuesta a esta pregunta amerita buscar en la cancelación de un sentido de uso diario la posibilidad lógica de un argumento sensato.

La capacidad de los ciegos es la de suplantar la falta de una dimensión por la asociación y sobreposición de los otros sentidos. Para una persona con la vista sana, entender el poder de los otros sentidos solo se obtiene al practicar la cancelación de la vista, y aunque lo aprendido ya es referente base para la interpretación de lo nuevo, con mucho esfuerzo la agudeza del oído se incrementara.  

Esto nos lleva a la conclusión que los sentidos se ejercitan para poder perfeccionarse y ofrecer un mundo más clarificado al usuario de información. El camino de la cultura científica, el de las artes y los deportes pueden y deber ser cruces que favorecen el avance intelectual de la sociedad.

Si hablamos de que la ausencia de la vista implica su remplazo, los terrenos de argumentación  activados son la neurociencia y la filosofía. Qualia es la experiencia subjetiva de las cosas. Claramente un ciego no puede imaginar el color como una experiencia visual (pigmento o luz), pero si puede construir un concepto homogéneo del color a través de otras dimensiones.

La posibilidad de crear un concepto homogéneo equivalente a una información sensorial faltante es una interpolación de los demás sentidos. El mundo para los ciegos se reajusta a sus capacidades, desarrollan la inteligencia necesaria para sortearlo. Pero lo que es el ingreso a la novedad es la idea de que como la falta de algún sentido humano no es desventaja flagrante, de cómo los alcances sensoriales de los animales posibilitan entender que las dimensiones no se encuentran agotadas. Esto para la geografía es el combustible revolucionario para un avance destellante.

Si la percepción del mundo que tienen los animales nos ayuda a leer mejor el ambiente, siendo necesario una clase de lenguaje que triangule las señales, como el ladrido del perro hacia el bosque oscuro nos da la indicación de una presencia extraña acercándose. Lo mismo acurre con aves, lombrices, abejas, moluscos, ¿Qué evitaría pensar que las máquinas no juegan el mismo papel?

Desde un punto de vista moderno, la centralidad humana es el gran obstáculo a derribar, no es posible llegar a la respuesta que tranquilice si el hombre no escamotea el auto-alarde de su supuesta superioridad. La maquinas llegan como extensiones sensoriales y captan dimensiones donde el ojo humano presenta limitaciones, donde el oído no vibra.

Las calculadoras y registradoras llevan la cuenta de lo que merece exactitud. Llega el computador y las facultades cognitivas desdoblan su potencia. Si el comparativo entre sentidos de los animales con el sentido humano es posible, es porque el factor cerebral se mantiene como ámbito común entre los individuos. Caso contrario para el de las plantas, son pocas los relatos de fábula que equiparan analógicamente a los entes vegetales con las vicisitudes humanas, pero esto no es cosa de material residual para la nueva creatividad que los pueda conectar.

La imaginación creativa avanza con las destrezas de un mundo ensoñado, los logros del pensamiento no solo son restringidos a los eruditos modélicos de siempre. Ocurre que lo inadvertido golpea la puerta para ponernos a pensar que el cerebro de las plantas son todo su cuerpo. Por lo menos de eso trata la propuesta de rizoma de Gilles Deleuze y Félix Guattari en su obra Mil mesetas (1980).

En términos biológicos, un rizoma es un tallo subterráneo (como el del jengibre o el césped) que crece horizontalmente y emite raíces y brotes desde sus nudos. Deleuze y Guattari usan esta imagen para proponer un modelo de pensamiento y organización que se opone a la estructura jerárquica tradicional arborescente.

La estructura del pensamiento que se gesta desde los clásicos helénicos hasta los tiempos recientes que beben de su influjo para creerse vigentes, no son más que un modelo que cambia en sus ropajes externos, pero en su composición lógica la estructura se mantiene intacta.

El árbol tiene la figuración de ser la estructura del saber moderno, ya que dado su composición podemos afirmar que cada saber que declara una autonomía se perfila con su propio árbol, en este sentido la modernidad se ha basado en esencialismos sujetos a la identidad de las cosas. Por cada identidad, los saberes se garantizan en árbol para proyectar su crecimiento unidireccional vertical.

Sin embargo, el pensador interdisciplinario o transdisciplinario justifica su movilidad entre los arboles por la libertad que el propio conocimiento estimula. Las estructuras arborescentes como los árboles genealógicos de las familias que se extrapolan a la estructura empresarial, encontraran el límite a su crecimiento si los miembros aseguran sus puestos por lazos filiales y no por méritos.

El árbol es la moda estructural de las organizaciones convencionales, donde el poder se reparte por el lazo filial y no por la aventura que permite el ingreso de lo externo para generar lo nuevo. Eso ocurre con las universidades que lejos de estimular que las nuevas generaciones tomen la vanguardia, estas son condicionadas por el nepotismo que solo trata de aparentar la grandeza de su estirpe.

Imagínese ahora que la universidad aborte todo lo posible renovador y quede empobrecida por evitar que los frutos estudiantes florezcan incorporadas al árbol.

Un rizoma no respeta el crecimiento unidireccional, las dimensiones existen para permitir su movilidad flexible y dinámica, es así que es por la articulación espaciotemporal, que el rizoma es potencia de conexiones para gestar una estructura sin límites de crecimiento. Esto es claro para el perspicaz amante del saber que no pide permiso por búsqueda y pasión.

La industrialización del conocimiento es la patología a superar, que se remueva la estructura entera, que azote el académico contra el suelo porque su camino solitario es el engaño narcisista de su gloria déspota.

El rizoma tiene 6 principios no sesgados que sustentan conectar y no parar. Las conexiones no se restringen. Lo heterogéneo remplaza lo jerárquico. Un rizoma no se divide, se multiplica por las conexiones. La ruptura no es tragedia es un volver a conectar por otro lado. La cartografía del rizoma no es un calco de lo que existe, es un mapa abierto conectable con todas sus dimensiones y modificable. El rizoma no es copia es calcomanía, el encuentro genera algo que no estaba ahí.

El camino del conocimiento que ofrece Deleuze es posible compararlo con el dado por Edgar Morin y su complexus. De estos cruces la geografía no podría salir intacta, perdería su acomplejado carácter de estate quieto porque solo describe. Los geógrafos con el rizoma o el complexus a su favor harían del mundo la base para sus diseños utópicos de conseguir superar la desagradable impotencia de carecer de promesa.        

Lo curioso de todo lo afirmado hasta el momento es que no se trata de inventar algo inaudito para solventar la creación, no es necesario exigir pensar una receta en blanco, ni jugar a la exclusividad social para sentirse que se aporta. La clave es conectar lo que nutre el camino, aunque en apariencia se crea ajeno.

¿Qué posibilidades nos ofrece el recorrido intelectual de la geografía para sumar el rizoma como concepto propicio? ¿Conocen que es el espacio homogéneo web?

La neogeorafía el advenimiento del nuevo paradigma       

El papel de las disciplinas del saber, han perfilado un camino de experiencia sujeto al aporte de celebres representantes, que, en su quehacer, a pesar del poco esclarecimiento explícito sin base de su defensa institucionalizada. Las excursiones como prácticas elementales para incrementar el saber geográfico toman de la experiencia de Alexander Von Humbolt el derrotero disciplinar que caracteriza la geografía moderna, que no es precisamente un paradigma aquietado.

Es posible reconocer tres tendencias situadas del pensamiento geográfico español situado, que forman las bifurcaciones de la trayectoria intelectual del saber. España es reconocida como un epicentro del pensamiento geográfico por su capacidad de sintetizar el legado que se cuece en el plano continental europeo y en alguna medida el insular. Sus colaboradores sean dado la tarea de recorrer el mundo, relacionarse y crear puentes del saber que interiorizan aportes para gestar nuevos.

José Ortega Valcárcel en su libro Los horizontes de la geografía (2000), entiende esta postal del paisaje como una metáfora geográfica de los paradigmas que sostiene el sentido epistemológico de su formación. Situado en la Universidad de Cantabria al norte de España, la obra de Ortega significa la mirada de un derrotero de la geografía que hace del repaso de un claro etnocentrismos, un justificante del mirar-destino de un saber desbloqueando sus límites.

En Madrid se ha gestado una concepción geográfica entorno a dos libros que suman una genealogía clara, en primer lugar publicado en 1982 El pensamiento geográfico que tiene como autores a Josefina Gómez Mendoza, Julio Muñoz Jiménez y Nicolas Ortega Cantero. Este último geógrafo es muy conocido en México por sus visitas que dejaron un identificable aporte que resuena institucionalmente; a cuatro años de haberse fundado la formación geográfica en la Universidad de Guadalajara, en 1984 Ortega brindo la conferencia “Perspectivas y problemas actuales del conocimiento geográfico”. Tres décadas después visitaría el colegio de Michoacán, su paso dejaría una impronta que hace de la geografía madrileña un legado de Manuel de Terán en América Latina.

Ortega se encargaría de reforzar la tradición de la geografía que tiene el cometido de reivindicar a los clásicos para mantener una guía epistemológica clara. En su libro Geografía y cultura (1987) postula la idea que la geografía es una representación cultural del mundo donde la perspectiva científica e intelectual confluye con la ética y estética. Tal postura es lograda no en términos definitorios por los padres de la geografía, que saben emocionar con su prosa los descubrimientos que la ciencia logra. Retomar ese camino es la consigna.

El movimiento moderno avanza cuarteando las bases de su génesis, en otras palabras, el desdoble de la propia modernidad gesta en su adentro la novedad que entierra el pasado. Es entonces la superación de lo anterior lo que importa como suprema novedad, es así que el paradigma moderno deviene en una escisión de sus bases.

Lo que defiende Ortega es la capacidad para crear esas narrativas fascinantes que el geógrafo realiza para no dejar de admirar el mundo con los ojos de la ciencia. Pero este devenir cuarteado de la modernidad desequilibra la lógica, la ética y la estética. Tras el giro lingüístico la ciencia se posiciona en la atención de la lógica sobre el carácter estético del arte y el ético de la política. Una concentración que lejos de ser sana, condena la geografía a un reduccionismo que el propio Ortega se opone.

Existe un claro vinculo reivindicativo entre la geografía madrileña y la formación geográfica en la Universidad de Guadalajara, México. Personajes claves han manifestado que este vínculo ennoblece el quehacer de la geografía en el occidente del país, pero la crítica aun encuentra deuda en esto.

 A Cantabria y Madrid se suma Barcelona. Esta última ciudad se caracteriza por fomentar un bloque más crítico del desenvolvimiento del pensar geográfico. De la mano de Horacio Capel y su proyecto de Geocrítica, la concepción del futuro de la disciplina reside en cuestionar sus bases para evitar caer en aquietamientos ingenuos.

Horacio Capel único ostentoso geógrafo de los mencionados, en alzar el logro del Vautrin Lud en 2008. Presenta una línea publicada de libros que abren la concepción de la geografía a derroteros inéditos para los niveles teóricos, con la suficiente advertencia para no caer en fetiches que inculpen el mañana de la disciplina.

Publica en el año de 1981 Filosofía y ciencia en la geografía contemporánea se convirtió en un hito bibliográfico para develar los supuestos que enmarcan el disciplinamiento del saber geográfico en tradiciones remarcadas. Su posterior re-edición en el año 2012 significo una actualización indispensable para no perder el hilo desenvuelto de una geografía que se alimenta de la tecnosfera actual. Se anuncia la neogeografía, un paradigma nuevo donde el ciberespacio es interiorizado como categoría de pleno reconocimiento y auge, en la oferta conceptual del aparato geográfico que aborda el mundo actual.

En una colaboración grata entre Luis Urteaga, Horacio Capel publica Las nuevas geografías (1991), un libro que sintetiza de una forma gráfica el devenir del quehacer del geógrafo. La conquista del futuro que la geografía experimenta con la incorporación de la inteligencia artificial es sin duda el factor exponencial que hoy retumba todo el esqueleto institucionalizado de la geografía tanto universitaria o académica como la aplicada profesional.

De estos tres epicentros ciudad-personajes-libros, el manifiesto de la geografía como proyecto acabado no se agota, pero si irradia tradiciones regionales que extienden sus brazos por el mundo hispano ibérico-latinoamericano: Valcárcel y su defensa de una geografía moderna, que se alinea de la visión marxista y su propuesta de la segunda naturaleza del mundo para evitar permanecer en la perspectiva analítica que desgarra el acontecer holístico en compartimentos antitéticos como naturaleza y sociedad; Ortega el guardián de una tradición geográfica concentrada en la capital cuyo precursor es Manuel de Terán; y un Capel que vio como una propuesta suya toma vida propia y ha generado el reconocimiento de Barcelona como sede para el pensamiento crítico contemporáneo, la colección de Icaria espacio críticos es prueba sustancial que esta tradición materializa proyectos textuales que actualizan el valor de la geografía como saber propositivo de los nuevo que deja de estar encubierto.      

Si deseamos realizar mapas que se sujeten a una dimensionalidad multisensorial, donde todos los canales de sentido como el olfato, vista, tacto, oído y gusto colaboren por igual, en su confección como lectura la experiencia inversiva tendría que ser planifica. Imagínense que un usuario de la cartografía asiste a una exposición de una colección de mapas de distintos lugares del mundo donde aconteció fenómenos que el paisaje no denigra, el aroma de la guerra, la escena de la bandera flameando en alusión a la búsqueda de victoria, la sensación atmosférica de la altura sobre el nivel del mar, el sonido ambiental del cañón disparando y el impacto de la bala, el sabor del polvo y la sangre que ingresa por las fosas nasales. Y los mapas, compuesto de signos espaciales que nos remiten a la actividad de los sentidos desde una perspectiva satelital. La razón cartográfica es deudora ante la exigencia actual de hacer del mapa el medio abierto del paisaje.

Mapa y paisaje se bloquean mutuamente bajo el entendido que no existe un sistema de coordenadas que integre su relación. En otras palabras, no existe una continuación entre la perspectiva cenital o picada vertical imposible para el ojo humano sin la ayuda de la abstracción asistida por la tecnología del momento, no existe la continuación con la perspectiva natural bípeda del hombre donde el horizonte es el marco de excelencia.

¿Qué se mueve entre la perspectiva cenital y la natural? Pues el mundo que la vista capta por mucho que se encuentre situado en la cárcel arquitectónica de una mazmorra o en la sala clínica del manicomio, nunca deja de tener una relación con el horizonte a pesar de no existir ventanas. El más allá de la mazmorra o sala clínica en el paisaje a pesar de estar encapsulado tiene el punto de fuga. 

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