El texto es un poco lo que escribes esperando que nadie lo lea. Pero creo que el silencio, como sucede la mayoría de las veces, solo empeora todo.
En esta ocasión, conviene no ser muy directo con el dónde ni
con quienes. Además, que este fenómeno, estoy cien por ciento seguro, sucede en
todo el país y por lo menos, en toda Centro América. No es que, del lado de los
gobiernos estatales o municipales, haya un principal culpable.
Y me atrevo a decir, guardando distancias con los asesinatos
y secuestros, es la peor cosa que tiene el crimen organizado-narcotráfico. El
impacto en los gobiernos es una tragedia lamentable y el rasgo más devastador
puesto que mata hasta la ilusión y la esperanza de justicia.
No es como si viviéramos la invasión de un ejército extranjero,
donde entre compatriotas existe un claro enemigo, y, por lo tanto, amigos
declarados. No es una ola de violencia proveniente de gente extraña, tampoco el
cambio de gobierno por que uno derroca al otro y existen dos facciones
disputando el control de una cámara. Eso ya lo vivimos y Marx se queda corto para explicarlo.
Se trata de actos bizarros, una violencia tan sistematizada
que ha penetrado hasta lo más profundo de la sociedad mexicana (estribillos de inconsciente). Los grupos de
trasiego de substancias ilegales se han adaptado tan bien y han peleado con
tanta inteligencia que desarrollaron una ofensiva poderosa, esa ofensiva es su
principal defensa. Aprovecharon las debilidades de una democracia emergente para
adueñarse de territorios y personas. Keres es la diosa griega de la muerte violenta y su regocijo es el cochinero.
Existen organizaciones, universidades y personas que luchan
por mejorar su mundo. Me consta que hay muchos que gastan su propia vida por
darle algo a los demás, sobre todo, a aquellos desfavorecidos por situaciones
económicas, familiares y por violencia…
Este país, para que logre mejorar su esfera política,
necesita de mejor educación, y para mejorar la educación, tenemos que mejorar las
herramientas que tenemos para leernos a nosotros mismos. Necesitamos más
estudios sobre economía mexicana, sobre nuestra cultura, nuestra historia,
sobre nuestros montes, ríos y mares. Tenemos que incrementar cientos de
baterías de datos para tomar mejores decisiones.
No existe otra manera de evolucionar como sociedad, no
existe otra manera de ayudar en reducir las diferencias que tenemos entre
nosotros como pueblo. No existe otra manera de enfrentar los desafíos del
futuro. ¡No hay tangente!
El gran problema, es que actualmente, el que busca…
encuentra, pero encuentra barreras. Todo investigador que pretenda estar en
campo, es decir, en el medio espacial en el que suceden las relaciones que estudia;
más temprano que tarde se encuentra con personas que lo frenan, lo amenazan y
en muchos casos, lo retiran del lugar y a veces le retiran su propia vida.
El narco suelto, desvergonzado, orgulloso de su propia
insensatez, se autoproclama dueño y autoridad máxima de espacios públicos, de
montes, ríos y, me consta, hasta canales de aguas negras. Un afán necio por “controlar”,
ensimismado y repleto de ego, se considera a sí mismo como poderoso. Usa armas,
usa amenazas, usa a las familias de los demás para remarcar su posición. En su corona de bufón, están incrustadas todas las gemas de la cobardía.
El narco, que también tiene la desfachatez o la estrategia de justificar su
violencia como una “defensa”, es un obstáculo para que mejore la educación y la
democracia misma. No hace falta justificarlo con más ejemplos.
Me atormenta la impotencia y el miedo. Me lleno de ira. El odio
hacia esa gente aparta toda idea de caridad hacia ellos (me desconozco), caigo en un desasosiego enfermizo, pareciera que la esperanza es la indiferencia y la sensatez una condena. Los considero
errados, necesitados de cambio, presos en un destino reprochable, alienados de la vida... ¡como no juzgarlos si carezco de indolencia! Me he
dejado llevar por ideas parecidas a las suyas. Sin embargo, casi por
casualidad me topo con Habacuc, el profeta “sin patria y sin apellido” cerca
los años de 622-612 a.C. La lectura y la ética son consustanciales.
También se pueden consultar aquí.
En sus versos reclama a Dios por la injustica. Aparece, incluso, la respuesta de Él, la cual es aún más amarga que la queja de Habacuc.En el escrito veo que no es la primera vez que un hombre se
siente como yo, ni que una sociedad enfrenta un reto parecido. No es la primera
vez y no será la última. Sin embargo, existe un destello de esperanza que solo
lo sostiene la fe, y una respuesta cuyo verdadero peso no alcanzo a distinguir
por mi juventud o por el odio que cargo en el pecho.
No sé de psicología y mucho menos de psicoanálisis, no me gusta escudriñar en las conciencias ajenas, pero cargo una moral y una ética me sostiene; el cochinero es histórico y geográfico, y ante eso no callo.
A pie de página, la respuesta:
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